«Historia y sueños de justicia»
Un 1ero de mayo de 1866 comenzó la reivindicación de la jornada laboral de 8 horas, emprendida por los obreros norteamericanos en Baltimore. Inmediatamente, la Asociación Internacional de los Trabajadores la convertiría en demanda común de la clase obrera de todo el mundo.
El episodio más famoso de esta lucha fue el funesto incidente de mayo de 1886 en la Haymarket Square de Chicago: durante una manifestación contra la brutal represión de una reciente huelga, una bomba provocó la muerte de varios policías.
Aunque nunca se pudo descubrir quien fue el responsable de este atentado, August Spies y otros líderes anarquistas fueron arbitrariamente acusados del mismo, juzgados y ejecutados.
En conmemoración de este suceso, el Congreso de París de la II Internacional, en julio de 1889, acordó celebrar el Día del Trabajador el 1º de mayo de cada año, con mítines obreros y manifestaciones reivindicativas en todo el mundo.
Como suele ocurrir con todas las fechas, el paso del tiempo las va transformando con nuevos sentidos.
En esta etapa, el capitalismo sigue sin resolver las profundas desigualdades económicas y sociales que, cada vez, se acentúan postergando el destino de muchas almas.
Pensar el 1 de mayo es seguir trabajando, desde la educación, por una sociedad de inclusión, donde la igualdad de posibilidades, la mejora de las condiciones laborales de cualquier profesión u oficio, y el respeto por una mirada del trabajo como forma de realización individual y colectiva y no de explotación, pueda encontrarnos, tal vez alguna vez, en un verdadero festejo compartido.